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2.1.1.1 TEORIAS (Y MICROTEORÍAS) SOBRE EL DETERIORO COGNITIVO Y LA DEMENCIA

Definición del deterioro cognitivo:

Se define el deterioro cognitivo como una disminución del funcionamiento intelectual (memoria, orientación, pensamiento abstracto, etc.) con respecto a un nivel previo de intensidad tal que interfiere con la capacidad funcional del individuo.

Actualmente se cree que el funcionamiento cognitivo sigue un continuo desde la normalidad hasta la demencia avanzada, de manera que entre ambos extremos existirían toda una serie de estadios intermedios, cada uno de los cuales se asociaría a un nivel de funcionalidad.

Distintos grados de deterioro cognitivo:

Deterioro cognitivo relacionado con el envejecimiento (Levy, 1994):

Se define como un deterioro algo más intenso que la media de su edad (1 desviación típica por debajo de la media del grupo control).

Deterioro cognitivo ligero:

Por otra parte el término Mild Cognitive Impairment, MCI (deterioro cognitivo ligero) fue introducido en 1990-1992 para definir la situación clínica de deterioro cognitivo que no llega a considerarse demencia y que se estima no está originado por la edad, sino por una patología subyacente. Para muchos el deterioro cognitivo ligero precede a la demencia.

Criterios diagnósticos del MCI. (Flicker, 1991; Petersen, 2000)

Presencia de quejas de memoria o historia indicativa de deterioro intelectivo

Los sujetos diagnosticados de MCI se consideran con alto riesgo de evolución a demencia. El 15% de los sujetos diagnosticados de MCI evolucionan a demencia en un año, mientras que en población general de edad similar se sitúa entre 0,5-1,5% por año en dependencia de la edad.

Demencia

Por último, la demencia es un síndrome clínico de carácter orgánico y etiología múltiple que conlleva una pérdida global de funciones intelectuales suficiente como para interferir en el funcionamiento diario. Tiene un curso crónico y progresivo. Su diagnóstico es clínico y se basa en el cumplimiento de una serie de criterios establecidos en el DSM-IV (1995):

Prevalencia:

Es la patología neurológica más prevalente e incapacitante en los mayores. Alrededor del 11% de personas mayores de 65 años sufre alguna forma de demencia (Katzman, 1976; Mortimer y Schumarn, 1981) y de éstos entre un 50-70% son Alzheimer (Kettl, 1997; Moss y Albert, 1992) La prevalencia aumenta exponencialmente con la edad desde el 1% a los 60 años hasta más del 30% a los 85.

Diagnóstico diferencial:

Ante un paciente con sospecha de deterioro cognitivo debemos ser capaces de realizar un diagnóstico diferencial entre demencia y no demencia (depresión, delirium, MCI). En el caso de la depresión, en ocasiones pueden existir un solapamiento de los síntomas entre los dos trastornos (pseudodemencia): descenso en las funciones intelectuales, problemas de apetito, peso, sueño, motricidad, emotividad y sociabilidad son frecuentes en ambas patologías.

Modelo biológico sobre demencias (Tomado de Manuel Carrillo, 2002).

Factores predisponientes:

El factor más importante es la edad, de tal modo que, a partir de los 65 años la probabilidad de padecerla se hace el doble cada 5 años, hasta llegar a los 85 años, en que casi la mitad de la población la padece.


También es importante el componente familiar, y se sabe que las personas con familiares afectados tienen un riesgo más alto de padecerlo.


En lo que se refiere al sexo, en general se ha admitido que esta enfermedad se presenta más frecuentemente en mujeres, pero no hay unanimidad a este respecto.


En cuanto a la raza, diversos estudios norteamericanos han comprobado una mayor predisposición entre los negros y los hispanos que en la población general, y menor predisposición en los asiáticos o indios americanos. Por otro lado, habrá que tener en cuenta los factores ambientales, porque se han observado también que la incidencia entre los japoneses aumenta cuando éstos emigran a América y, como se ha dicho, la incidencia es más alta en los negros americanos que en el resto de la población, mientras que es muy rara en África.


La hipertensión arterial se ha comprobado que se asocia con un mayor deterioro mental en las personas mayores, lo que incluye un riesgo aumentado para trastornos de la atención y memoria a corto plazo, así como para la enfermedad de Alzheimer y demencia. Por otro lado, se demuestra también que estos riesgos son más elevados cuanto más alta es la presión arterial, al mismo tiempo que se comprueba cómo el control eficiente de estas cifras tensionales conlleva una disminución de esos trastornos.


En relación con el síndrome de Down, se ha constatado que los sujetos que lo padecen tienden a desarrollar alteraciones cerebrales muy parecidas a las de la enfermedad de Alzheimer cuando se sobrepasan los 40 años, aunque las manifestaciones clínicas pueden retrasarse incluso hasta los 70 años. Además, también hay un riesgo mayor de padecerlo para las mujeres que han tenido un hijo con síndrome de Down antes de los 35 años, pero no en las que lo han tenido a mayor edad.

Causas

Se han descubierto varios factores biológicos relacionados con la enfermedad de Alzheimer. Estos factores biológicos, que producen las lesiones específicas de la enfermedad, interactúan con diferentes componentes de tipo genético o ambiental, que contribuyen o desencadenan los procesos por los que dichos factores acaban destruyendo la célula nerviosa y conduciendo a la enfermedad.


1. Cambios específicos en las estructuras cerebrales:

Los dos hallazgos fundamentales en la enfermedad de Alzheimer son un enmarañamiento de las fibrillas de las neuronas, conocido como ovillos neurofibrilares, y el depósito de una sustancia viscosa de tipo proteico llamada beta-amiloide. Estos ovillos neurofibrilares y la beta-amiloide apartecen implicados en el desarrollo de la enfermedad mediante los siguientes mecanismos:

2. Factores genéticos:

La investigación se centra fundamentalmente en conocer por qué la beta-amiloide se produce y se deposita en unos individuos y no en otros. A este respecto, se ha llegado a diferentes hallazgos según se trate de la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío –la forma más común- o de inicio precoz.

3. Oxidación y respuesta inflamatoria.

Parece que los procesos de oxidación y respuesta inflamatoria podrían dar la clave de por qué la beta-amiloide resulta tóxica para las células nerviosas. La degradación de la beta-amiloide libera radicales libres, que se unen a otras moléculas mediante el proceso conocido como oxidación. Uno de los efectos biológicos de la oxidación es la respuesta inflamatoria. Por otro lado, uno de los factores de la respuesta inflamatoria importante en la enfermedad de Alzheimer es la enzima ciclooxigenasa (COX) y sus productos, llamados protaglandinas. Los niveles excesivos de estos productos incrementan los niveles de glutamato, un amionoácido con propiedades excitantes de la célula nerviosa, y tremendamente tóxico para la misma en grandes cantidades.

4. Factores ambientales y otros.