La Iliada es una obra épica que narra nueve días de la guerra de Troya, que enfrentó a griegos
y troyanos hacia el año 1250 a.C. Y, en concreto, se centra en el personaje del héroe griego
Aquiles, que en un momento determinado de la historia, da muerte al troyano Héctor. En este
fragmento, Príamo, el padre del fallecido Héctor, acude a la tienda de Aquiles para recoger el
cuerpo de su hijo.
A Aquiles le vino el deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, apartola
suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo, acordándose de Héctor
matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquiles; este
las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban
en la tienda. Mas así que el divino Aquiles estuvo saciado de llanto y el deseo de sollozar
cesó en su corazón, alzose de la silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara, y
mirando compasivo la cabeza y la barba encanecidas, díjole estas aladas palabras:
«¡Ah, infeliz. Muchos son los infortunios que tu ánimo ha soportado. ¿Cómo te atreviste a
venir solo a las naves de los griegos y presentarte al hombre que te mató tantos y tan
valientes hijos? De hierro tienes el corazón. Mas, ea, toma asiento en esta silla; y aunque los
dos estamos afligidos, dejemos reposar en el alma las penas, pues el triste llanto para nada
aprovecha. Los dioses condenaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, y solo ellos
viven sin pesadumbres».