Los versos siguientes proceden de la historia protagonizada por don Melón y doña Endrina.
¡Ay, Dios! ¡Cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza! ¡Qué talle y qué donaire, qué alto cuello de garza! ¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buenandanza! Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
Pero tal lugar no era para hablar de los amores, a mí luego me vinieron muchos miedos y temblores, los pies míos y mis manos non eran de sí señores: perdí seso, perdí fuerza, se cambiaron mis colores.
Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, versión de E. Ortega.