El fragmento siguiente es el inicio del cuento de Clarín «¡Adiós, “Cordera”!».
En él, el autor da algunas pinceladas del carácter de los personajes y utiliza
alguna expresión que ayuda a situar al lector en un ambiente rural y poco
cultivado.
El prao Somonte era un recorte triangular de terciopelo verde tendido, como una
colgadura, cuesta abajo por la loma. […] Un palo de telégrafo, plantado allí como
pendón de conquista […] representaba para Rosa y Pinín el ancho mundo desconocido,
misterioso, temible, eternamente ignorado. Pinín, después de pensarlo mucho,
cuando a fuerza de ver días y días el poste tranquilo, inofensivo, campechano […],
fue atreviéndose con él, llevó la confianza al extremo de abrazarse al leño y trepar
hasta cerca de los alambres. […] Rosa, menos audaz, pero más enamorada de lo desconocido, se contentaba con
arrimar el oído al palo del telégrafo, y minutos, y hasta cuartos de hora, pasaba
escuchando los formidables rumores metálicos que el viento arrancaba a las fibras
del pino seco en contacto con el alambre. […] Ella no tenía curiosidad por entender
lo que los de allá, tan lejos, decían a los del otro extremo del mundo. ¿Qué le importaba?
Su interés estaba en el ruido por el ruido mismo, por su timbre y su misterio.
La Cordera, mucho más formal que sus compañeros, verdad es que, relativamente
de edad también mucho más madura, se abstenía de toda comunicación con el
mundo civilizado, y miraba de lejos el palo del telégrafo como lo que era para ella
efectivamente, como cosa muerta, inútil, que no le servía siquiera para rascarse.
Era una vaca que había vivido mucho.
Leopoldo Alas, Clarín, Adiós, Cordera, y lo demás son cuentos, Anaya.