El Poema se inicia con una primera imagen del Cid, que sale triste de Vivar camino del destierro:
De los sus ojos tan fuertemente llorando, volvía la cabeza, se las quedaba mirando: vio puertas abiertas, postigos sin candados, y las perchas vacías, sin pieles y sin mantos, o sin halcones, o sin azores mudados. Suspiró mio Cid, que se sentía muy preocupado; habló mio Cid, bien y muy mesurado: «Gracias doy, Señor padre, que estás en lo alto, esto me han urdido mis enemigos malos» […] Mio Cid Ruy Díaz por Burgos entrose, en su compañía sesenta pendones, salíanlo a ver mujeres y varones: burgueses y burguesas están en los balcones; llorando de los ojos, tanto es su dolor.