En esta obra, Buero Vallejo utiliza una época pasada (el siglo XVII) para
hablar de temas
que le preocupan como los abusos de los poderosos y
la integridad frente a ellos. En este fragmento, Francisco de Quevedo, el
protagonista, tiene una reveladora conversación con Olivares, uno de los
personajes con más poder político de la España del siglo XVII:
Quevedo.—Excelencia… Olivares.—Me alegra infinitamente tener aquí a un poeta que quizá pueda
ayudarme en un trabajo difícil. […] Unos ridículos versos de doce sílabas que
Su Majestad encontró en una servilleta. Si no estoy equivocado, los versos
de doce sílabas son muy raros en poetas españoles. ¿Los conoces? (Lee). «Católica, sacra y real majestad, que Dios en la tierra os hizo deidad…» Quevedo.—Los conozco, señor. Olivares.—En este miserable libelo se me insulta como ningún gobernante
fue insultado jamás. Según él, yo soy el que deja a las viudas sin tocas y a las
familias sin pan. […] Tú, que eres entendido en la materia, ¿podrías ayudarme,
analizando el estilo, a descubrir al autor? Quevedo.—No es difícil, excelencia. […] En primer lugar, […] el metro de doce
sílabas no es propio de nuestra lengua. Seguramente se trata de un […] español
que ha vivido fuera de España. […] En segundo lugar, por la experiencia que revela
y por esa manera triste de lamentarse, bien se trasluce que es un hombre viejo.
O quizá, envejecido y fatigado. […] Finalmente, su pintura de los vicios de la corte
es tan exacta y detallada que solo puede hacerla quien la conoce bien. Tal vez ha
tenido alguna secretaría en el palacio mismo. Olivares.—¡Sigue! Quevedo.—¿Será menester que os diga además su nombre y apellido? Olivares.—¡Dilo! Quevedo.—¿No lo sabéis ya? Olivares.—Lo sé, pero quiero oírtelo a ti. ¡Su nombre! Quevedo.—Don Francisco de Quevedo.
Alejando Casona, El caballero de las espuelas de oro, Espasa Calpe.