Romeo y Julieta, de William Shakespeare 


William Shakespeare, autor inglés del siglo XVI y principios del XVII, es un dramaturgo de fama universal. El uso poético y rico del lenguaje, la capacidad para poner palabras a conflictos genuinamente humanos y una perfecta adaptación de clásicos griegos y latinos lo han convertido en una voz única.  El fragmento que tienes a continuación corresponde al final de la tragedia Romeo y Julieta, cuya base es el mito de Píramo y Tisbe.

       En este texto, Paris, pariente de Julieta Capuleto, acude a su tumba y encuentra a Romeo Montesco        
       que ha ido a reunirse allí con ella. El odio que sienten ambas familias ha contagiado a Paris, que se
       enfrenta a Romeo y muere en la reyerta. Ante la tumba de Julieta, Romeo, que la cree muerta, toma
       un veneno y muere. Julieta, que seguía con vida, despierta…

Julieta se levanta.

Julieta.—¡Oh, padre de mi consuelo! ¿Dónde está mi señor? Recuerdo bien dónde debía estar yo y aquí estoy; pero, ¿dónde está mi Romeo?
Fray lorenzo.—Se oye ruido, señora, salid de este lugar de muerte. Una fuerza sobrenatural que no hemos podido dominar ha torcido nuestros planes. Salid de ahí. Vuestro esposo está muerto junto a vos y también Paris. Venid. Haré todo lo necesario para que ingreséis en un convento. No hagáis preguntas, pues llega la guardia. No puedo quedarme más tiempo.
Julieta.—Id vos. Yo me quedo. (Sale el fraile.) ¿Qué es esto? ¿Una copa sujeta en la mano de mi amado? El veneno, ya veo, ha sido la causa de su muerte. ¡Qué cruel! Te lo bebiste todo sin dejar ni una gota para mí. Te besaré; quizás quede algo de veneno en tus labios (Lo besa.) Tus labios están aún calientes… (Se acerca el criado de Paris con la guardia.) Alguien viene. Tengo que ser rápida… ¡Oh, feliz puñal, esta es tu casa, ven a ella y dame muerte!

Se clava el puñal y cae.
Entran algunos guardias […] Entran el Príncipe […], Capuleto, su esposa y sirvientes.

Capuleto.—¿Qué es esto que tanto gritan ahí fuera?
Sra. Capuleto.—La gente en la calle grita «Romeo»; otros «Julieta» y otros «Paris». Y todos corren hacia nuestro panteón.
Príncipe.—Buscad y averiguad cómo se ha producido este crimen.
Guardia primero.— Soberano, aquí yace muerto el conde Paris, y Romeo, y Julieta, antes muerta y ahora de nuevo asesinada, todavía caliente. […]
Capuleto.—¡Oh, cielos! Mira, esposa, cómo sangra nuestra hija. Tiene un puñal clavado en el pecho.
Sra. Capuleto.—¡Ay de mí! Este espectáculo de muerte es como una campana que llama a mi vejez a la tumba.

Entra Montesco y sus criados.

Príncipe.—Ven, Montesco. Temprano te has levantado para ver caído a tu hijo y heredero.
Montesco.—Mi señor, mi esposa ha muerto esta noche porque no ha podido soportar el exilio de nuestro hijo. ¿Qué otra desventura amenaza mi vejez?
Príncipe.—Míralo por ti mismo.
Montesco.—¡Oh, hijo cruel! ¿Cómo has podido irte a la tumba antes que tu padre?

       En este momento, Fray Lorenzo y el criado de Romeo cuentan lo que ha sucedido entre los
       enamorados, cuya raíz es el odio profundo entre ambas familias. Capuleto y Montesco dejan a un
       lado sus rencillas, ante la dolorosa escena de sus hijos muertos, y la tragedia termina con estas
       palabras del Príncipe:

Príncipe.—Una dolorosa paz trae la mañana. El sol apenado no asoma su cabeza. ¡Vayamos! Hemos de seguir hablando de estos hechos: algunos serán perdonados y otros castigados, pues nunca hubo una historia tan triste como esta de Romeo y Julieta.

Salen todos. Cae el telón.

William Shakespeare, Romeo y Julieta, (adaptación) Anaya, Clásicos a Medida.