Perseguido por Sila, Mario se escondió en los pantanos de Minturna. Descubierto y conducido a Minturna, los magistrados decidieron que se le diera muerte inmediatamente, pero nadie quiso encargarse de la ejecución. Un soldado cimbrio se ofreció voluntario y, con la espada desenvainada, marchó en su busca. Al penetrar en la oscura habitación donde estaba Mario, le pareció que los ojos de aquel echaban lumbre y que una voz le decía: «¿Te atreverás a matar a Mario?», y desistió de su intento. |