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La dama duende, de Calderón de la Barca
En esta comedia, Calderón, autor del Barroco, movimiento artístico del siglo XVII, plantea la historia de una viuda que quiere entablar relación con un huésped de su casa, don Manuel, sin que lo sepan sus hermanos, don Juan y don Luis, y para ello utiliza una puerta secreta que le permite entrar en su habitación. En este fragmento, la viuda acaba de salir por la puerta secreta, después de revolver las cosas del huésped, y quien entra en escena es Cosme, el criado de don Manuel.
Cosme.— ¿Quién está aquí? No está nadie,
por Dios, y si está no quiere
responder. No me responda,
que me huelgo de que eche
de ver que soy enemigo
de respondones. Con este
humor, sea buena, o sea malo,
si he de hablar ingenuamente,
estoy temblando de miedo;
pero como a mí me deje
el revoltoso de alhajas
libre mi dinero, llegue
y revuelva las maletas
una y cuatrocientas veces.
(Salen don Juan, don Luis y don Manuel).
Don Juan.— ¿De qué das voces?
Don Luis.— ¿Qué tienes?
Don Manuel.— ¿Qué te ha sucedido? Habla.
Cosme.— ¡Lindo desenfado es ese!
Si tienes por inquilino,
señor, en tu casa un duende,
¿para qué nos recibiste
en ella? Un instante breve
que falté de aquí, la ropa
de tal modo y de tal suerte
hallé, que, toda esparcida,
una almoneda parece.
Don Juan.— ¿Falta algo?
Cosme.— No falta nada.
El dinero solamente
que en esta bolsa tenía,
que era mío, me convierte
en carbones.
Don Luis.— Sí, ya entiendo
que necia burla previenes
Don Manuel.— ¡Qué fría y qué sin donaire!
Don Juan.— ¡Qué mala y qué impertinente!
Cosme.— No es burla esto. ¡Vive Dios!
Don Manuel.— Calla, que estás como sueles.
Cosme.— Es verdad; mas suelo estar
en mi juicio algunas veces.
Pedro Calderón de la Barca,
La dama duende, Cátedra.
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